Modificaciones corporales
La modificación corporal es el cambio permanente o semi permanente deliberado del cuerpo humano por motivos no médicos, sino como espirituales y dependen de las categorías sociales . Estas continúan consolidándose en nuevas generaciones con perspectivas de vida diferente.
No puede analizarse el tema sin reconocer la existencia de la pintura o las perforaciones en el cuerpo como un hecho histórico que se arraigó a la cultura occidental en 1771, antes de ello, registros arqueológicos constatan la existencia de momias egipcias intervenidas en la parte pélvica baja, para embellecer el cuerpo y darle más estatus.
Aunque la valoración del tatuaje en occidente no fue similar a la egipcia, tomó un valor simbólico preponderante para los marineros, pues eran ellos, con valor y astucia; los que lucían en sus brazos imágenes concernientes a la permanencia en la marina.
Más adelante, diferentes comunidades en el mundo optaron por las perforaciones y los tatuajes como rituales de iniciación, gestos de maduración, prácticas mágicas o religiosas e incluso, como castigos a crímenes cometidos. Ejemplo de ello es Japón, donde el Emperador Matsuhito prohibió estas intervenciones para no dar la impresión del salvajismo de occidente.
En América ya se conocían estas prácticas, pero se masificaron solo hasta que el primer estudio fue abierto en 1870 en New York por un inmigrante alemán llamado Martin Hildebrant.
Además de Hildebrant, el inventor de la máquina para tatuar, Samuel O’Reilly; y otros tatuadores residentes en ciudades occidentales, lograron popularizar las modificaciones corporales como una expresión juvenil aborrecida por los adultos.
El paso de los años demuestra que el valor simbólico de las intervenciones perdió sentido, pues al llegar al siglo XX su función pasó de ser cultural, a una muestra de individualidad. La razón apunta a que las modificaciones ya no responden a un vínculo social que identifica a las personas de una comunidad con tradiciones propias, como la celebración de los 15 años para hacer referencia de la transición de niña a mujer, o de los collares en el cuello de las mujeres tailandesas, sino que se reviste de un carácter histórico personal.
Si bien cada caso tiene su particularidad, estas visiones enriquecen la percepción de esta práctica que se hace más común todos los días. Hoy, la población está encarnada en el afán del capitalismo, está sumergida en las dinámicas de la moda y tal vez no encuentra sentido, en algunos casos, sobre la trascendencia de intervenir el cuerpo.
Por ahora, las marcaciones son resultado de la tendencia del mercado, pero no carecen de significado para quienes las realizan pues solo para cada uno tiene un valor especial, una historia que contar, una intención de utilizar el cuerpo como instrumento estético o como obra de arte.
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